Claves semanales del 3 al 7 de noviembre de 2025
03 de noviembre de 2025
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La economía global atraviesa un final de 2025 con una sensación de alivio cauteloso.
Monitor de mercado


Tras meses de incertidumbre, Estados Unidos y China han sellado una tregua comercial temporal que reduce la amenaza inmediata de nuevas escaladas arancelarias. El acuerdo implica una moderación de los gravámenes estadounidenses sobre las importaciones chinas y ciertos compromisos de Pekín para retomar compras agrícolas y energéticas. Aunque la tregua alivia tensiones, el acuerdo no elimina los riesgos estructurales: temas sensibles como la tecnología avanzada o Taiwán permanecen sin resolver, y la posibilidad de reactivación de la guerra comercial sigue latente. La “paz” alcanzada es, en realidad, una tregua sujeta a la política y a la conveniencia de ambas partes.
Más allá del eje Washington–Pekín, el viaje diplomático estadounidense por Asia ha derivado en múltiples acuerdos bilaterales. Japón, Corea del Sur y el bloque del Sudeste Asiático han accedido a rebajas arancelarias y compromisos de inversión multimillonarios, en un esfuerzo por consolidar la posición de Estados Unidos en la región. Corea, por ejemplo, logró reducir los aranceles sobre autos y semiconductores a cambio de compromisos de inversión por 350.000 millones de dólares, evidenciando el carácter transaccional que define esta nueva etapa del comercio global. Siete meses después del llamado “Día de la Liberación” arancelaria de Washington, el comercio mundial mantiene su tendencia de crecimiento, aunque el patrón es cada vez más fragmentado. Las cadenas de suministro se han reconfigurado para eludir tensiones, y China ha logrado diversificar sus destinos de exportación, amortiguando la caída del intercambio con Estados Unidos.
La estabilización comercial contrasta con el apagón estadístico que cubre la economía estadounidense. El cierre parcial del gobierno ha interrumpido la publicación de datos oficiales clave, complicando la lectura del ciclo económico. En este contexto, la Reserva Federal ha debido guiarse por indicadores alternativos y encuestas privadas, que muestran un mercado laboral algo más suave, pero sin deterioro adicional y unas presiones inflacionistas todavía elevadas. El banco central recortó los tipos de interés en 25 puntos básicos, pero su presidente, Jerome Powell, advirtió que el ciclo de bajadas podría hacer una pausa: los próximos pasos dependerán de si los datos confirman un enfriamiento real de la actividad y del empleo. El mercado, que llegó a descontar un ritmo más agresivo de recortes, se enfrenta ahora a la posibilidad de que la Fed espere a ver señales más claras de debilitamiento antes de continuar con la relajación.
En Europa, el tono es más estable. La zona euro sorprendió con un crecimiento trimestral del 0,2%, impulsado por la fortaleza del consumo en Francia y España. Los precios, por su parte, se mantienen cerca del objetivo del 2%, con una inflación subyacente que resiste en el 2,4%. Estos datos refuerzan la percepción del Banco Central Europeo de que “está en un buen lugar”. Tras meses de debate interno, la entidad parece dispuesta a mantener los tipos sin cambios durante un tiempo prolongado, eliminando del horizonte inmediato cualquier expectativa de nuevos recortes. La combinación de crecimiento modesto y estabilidad de precios sugiere que la política monetaria en Europa ha alcanzado una meseta: ni la actividad justifica estímulos adicionales ni la inflación exige endurecimiento.
En Asia, el Banco de Japón sigue enfrentando dilemas más políticos que económicos. La inflación en Tokio superó el 2,8% en octubre, consolidando el cumplimiento del objetivo del banco central. Aun así, la institución ha optado por mantener su tipo de referencia en el 0,5%, retrasando el próximo movimiento al alza para evitar conflictos con el Gobierno, que prepara un presupuesto expansivo. Japón se halla, pues, en una fase de transición: su inflación es persistente, las expectativas de precios se consolidan y la política monetaria, tarde o temprano, tendrá que normalizarse.
En el Reino Unido, la situación es casi opuesta. Los datos de empleo, actividad e inflación se han debilitado desde septiembre, y la economía muestra signos de fatiga. Por ello, el Banco de Inglaterra podría sorprender esta semana a los inversores con una rebaja de tipos del 4% al 3,75%, pese a que la probabilidad que asignan los mercados a este movimiento no supera el 30%. La autoridad monetaria se enfrenta a una decisión delicada: mantener el tipo actual supondría una secuencia incómoda de decisiones futuras, mientras que un recorte permitiría anticipar la desaceleración prevista para 2026.
Los emergentes, por su parte, presentan un panorama mixto. Asia sigue liderando el crecimiento global, con India y el Sudeste Asiático acelerando tras un bache en el tercer trimestre. En China, la economía se estabiliza alrededor del 4,5% anual, sostenida por sus exportaciones y por un modesto repunte de la inversión pública. América Latina, en cambio, mantiene un crecimiento más débil, con Brasil y México aún condicionados por políticas monetarias restrictivas.
En conjunto, la economía global cierra 2025 con un paso firme. El riesgo de recesión generalizada se ha disipado, aunque persisten focos de vulnerabilidad: la debilidad del sector industrial europeo, la falta de visibilidad en los datos estadounidenses y las tensiones geopolíticas latentes podrían generar nuevos episodios de volatilidad. Sin embargo, la sensación dominante es que el mundo ha entrado en una fase de estabilización en la que los bancos centrales, tras años de tensión inflacionista y política monetaria restrictiva, comienzan a contemplar el horizonte con algo más de claridad. La ausencia de datos en Estados Unidos y la fragilidad de los equilibrios políticos no impiden vislumbrar una etapa de relativa calma que da un respiro a los mercados y a la economía global.
                    