Artículo

Claves semanales del 15 al 19 de diciembre de 2025

BBVA AM España

15 de diciembre de 2025

La recta final del año llega en un contexto en el que los bancos centrales se mueven con extrema cautela, conscientes de que estamos en una fase madura del ciclo y de que cualquier ajuste marginal de política puede tener consecuencias amplificadas sobre la actividad y los mercados.

Monitor de mercado

Tras varias decisiones relevantes en las últimas semanas, se perfila un patrón común: las autoridades monetarias quieren transmitir que se encuentran cómodas con el nivel actual de los tipos, pero al mismo tiempo insisten en mantener un margen amplio de maniobra ante cualquier deterioro de los datos. Esa dualidad define el tono dominante en un entorno económico que sigue condicionado por un equilibrio frágil entre desinflación, desaceleración controlada y tensiones geopolíticas.

La Reserva Federal es el mejor ejemplo de esta ambivalencia. Su reciente recorte de 25 puntos básicos estuvo acompañado de un mensaje nítido: los movimientos de carácter preventivo han quedado atrás. A pesar de haber revisado al alza sus previsiones de crecimiento y de mostrar confianza en la trayectoria desinflacionista, la institución está dividida: varios miembros votaron contra el recorte y otros defendieron una reducción mayor. Esta fractura interna refleja la dificultad de calibrar una política que, si bien busca sostener el ciclo, no quiere relajar en exceso las condiciones financieras en un contexto de precios todavía por encima del objetivo. Los próximos datos, especialmente los vinculados al mercado laboral y la inflación subyacente, serán decisivos para determinar si el banco central deberá actuar de nuevo en los primeros meses de 2026.

En el Reino Unido, el Banco de Inglaterra encara un dilema similar. La economía muestra signos de agotamiento —dos meses consecutivos de caída del PIB mensual—, mientras que la desinflación avanza, aunque con más lentitud que en otras economías avanzadas. Todo apunta a un recorte inminente, pero la comunicación será prudente. La institución quiere evitar enviar la señal de que entra en un ciclo acelerado de flexibilización cuando la inflación, especialmente en servicios, continúa siendo elevada. Por ello, aunque es probable que el banco central vuelva a bajar tipos en la primera parte de 2026, el ritmo será más lento y dependiente de unos datos que están mostrando una economía en la que conviven una demanda moderada con un mercado laboral que empieza a perder fuelle.

En Europa, el Banco Central Europeo insiste en que su política se encuentra “en un buen lugar”, pero evita presentarla como algo definitivo. Los indicadores de actividad han sorprendido al alza en las últimas semanas, especialmente la producción industrial alemana, y las próximas revisiones macro probablemente reflejarán un entorno algo más dinámico para 2026. Sin embargo, la inflación subyacente podría mantenerse por encima de lo deseado durante más tiempo, lo que explica que algunos miembros del consejo, como Isabel Schnabel, abran incluso la puerta a posibles subidas si los riesgos se materializan. La presidenta Lagarde tratará de mantener una comunicación que preserve la opcionalidad: no comprometerse con un sesgo bajista, pero tampoco alimentar la idea de que el siguiente movimiento vaya a ser una subida. El BCE sabe que un error de calibración en esta fase del ciclo tendría un coste significativo sobre el crecimiento.

En Japón, la situación es distinta: todo apunta a una nueva subida de tipos que sitúe la tasa por encima del 0,50% de forma sostenida. La depreciación del yen, la mejora gradual de los salarios y una inflación que, aunque moderándose, sigue por encima del 2%, justifican este giro. Sin embargo, el Banco de Japón también es consciente de que el margen para endurecer condiciones sin generar tensiones financieras es reducido. Gran parte de la atención se centrará, de hecho, en su estimación sobre el tipo neutral, un parámetro clave para saber si habrá más ajustes en 2026 o si esta subida será un movimiento puntual destinado a contener la depreciación excesiva de la divisa.

China, por su parte, presenta un comportamiento dual que desconcierta a los mercados. Su comercio exterior ha vuelto a fortalecerse, con un superávit récord impulsado por exportaciones de tecnología avanzada y vehículos eléctricos. Sin embargo, la demanda interna sigue deprimida. El deterioro del sector inmobiliario continúa, el consumo muestra escasa tracción y la inversión fija registra tasas negativas. La conferencia económica anual del país ha dejado claro que no habrá un gran estímulo y que la transición hacia un modelo menos dependiente del crédito y la construcción será lenta. Esta combinación —fortaleza exportadora y debilidad interna— anticipa tensiones comerciales añadidas, como demuestran los aranceles recientemente introducidos por México y el creciente debate europeo sobre medidas defensivas frente a la sobrecapacidad china.

En conjunto, la economía global transita un tramo delicado: los bancos centrales se aproximan al final de sus ciclos con un equilibrio entre prudencia y determinación, mientras la geopolítica adopta un tono más confrontativo. El crecimiento mundial se mantiene, pero sin excesos; la inflación desciende, pero no lo suficiente como para desactivar todas las alertas; y los mercados financieros avanzan en un terreno que combina expectativas razonables con riesgos latentes. La clave para los próximos meses será la capacidad de los bancos centrales para ajustar su mensaje sin desencadenar volatilidad, el comportamiento de China como factor de demanda y oferta en la economía global y la gestión de unas tensiones geopolíticas que se han convertido en un componente estructural del escenario económico.