Claves semanales del 08 al 12 de septiembre de 2025
09 de septiembre de 2025
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La primera semana de septiembre estuvo marcada por un delicado equilibrio entre señales de desaceleración económica y la confianza de los mercados en que los bancos centrales seguirán proporcionando apoyo.
Monitor de mercado


En Estados Unidos, la atención se centró en los datos de empleo y en el tono más flexible mostrado recientemente por la Reserva Federal. El mercado laboral dio nuevas muestras de fatiga: la creación de puestos de trabajo se redujo a mínimos de varios años y la tasa de desempleo repuntó ligeramente. No se trata aún de un deterioro profundo, pero sí de un enfriamiento que contrasta con el dinamismo del crecimiento del PIB en trimestres anteriores. En este contexto, la Fed prepara una bajada de tipos que se interpreta como un recorte preventivo, más orientado a asegurar la estabilidad que a responder a una crisis inminente.
El debate sobre la independencia de la institución, sin embargo, ha cobrado fuerza. La salida de uno de los gobernadores y los intentos del Ejecutivo de condicionar las decisiones monetarias siguen despertando inquietud. Los inversores parecen distinguir entre una cierta presión política, que podría desembocar en un ciclo de recortes más acelerado de lo que justificarían los datos, y un cambio más profundo en el marco institucional, que socavaría la credibilidad del banco central. Por ahora, los mercados financieros no descuentan este último escenario, pero la sensibilidad a cualquier nueva señal en ese sentido es alta.
En paralelo, Europa vivió otra semana de tensión política, con Francia en el centro del foco. El gobierno de François Bayrou se enfrenta a una inminente moción que, de prosperar, obligaría al presidente Emmanuel Macron a nombrar un nuevo primer ministro o incluso a convocar elecciones anticipadas. Esta incertidumbre llega en un momento en el que la situación fiscal del país es ya motivo de preocupación, y la falta de un plan claro de consolidación alimenta la desconfianza de los inversores. Los diferenciales de la deuda francesa frente a Alemania permanecen elevados, reflejo de una prima de riesgo que no se disipa y que podría seguir en niveles altos mientras no se resuelva la crisis política.
A pesar de estas turbulencias, el sentimiento en los mercados globales ha seguido apoyado en la narrativa de “Ricitos de Oro”: una economía que se desacelera lo suficiente como para justificar un entorno monetario más laxo, pero no tanto como para activar de inmediato el temor a una recesión. En Estados Unidos, los índices bursátiles se mantienen cerca de máximos históricos, impulsados en buena medida por el entusiasmo en torno a la inteligencia artificial y las expectativas de que la política fiscal siga respaldando la inversión en sectores estratégicos. Incluso la reciente revisión a la baja de las previsiones de beneficios de empresas tecnológicas de referencia no ha logrado alterar de forma significativa el apetito por riesgo.
Los analistas manejan estimaciones divergentes sobre la probabilidad de una recesión. Los modelos basados en indicadores macroeconómicos apuntan a un riesgo de alrededor de un tercio, mientras que las aproximaciones que incorporan el efecto de aranceles y políticas migratorias, sitúan esa probabilidad algo por encima del 40%. En cambio, si se observan únicamente las señales que envían los mercados financieros (acciones y diferenciales de crédito), el riesgo de recesión parece mucho más bajo, en torno al 15%. Esta disparidad refleja tanto la dificultad de calibrar el impacto de políticas no convencionales como la confianza de los inversores en que la política monetaria seguirá actuando de cortafuegos.
En los mercados de renta fija, las curvas soberanas de las principales economías avanzadas mostraron una inclinación mayor, sobre todo en Estados Unidos. Allí, la pendiente de la curva a largo plazo continuó aumentando, lo que sugiere que los inversores ya incorporan una mayor exigencia de rentabilidad ligada a las incertidumbres políticas. De consolidarse la percepción de que la independencia de la Fed está en entredicho, podrían esperarse más ajustes en las expectativas de inflación de largo plazo, un dólar más débil y un mayor atractivo del oro como refugio.
De hecho, el oro se ha convertido en uno de los protagonistas de la semana al romper al alza la franja en la que se había movido durante varios meses. Aunque algunos lo atribuyen a los temores institucionales, buena parte del movimiento se explica también por la caída de los rendimientos reales a corto plazo, lo que lo refuerza como cobertura natural en un entorno de incertidumbre.
El crédito y la deuda emergente, por su parte, siguen mostrando una notable fortaleza. La búsqueda de rentabilidad en un escenario de volatilidad contenida ha mantenido la demanda elevada, con especial atractivo en los bonos locales de países como Brasil, México o Sudáfrica, donde las rentabilidades superan con creces las de sus pares desarrollados. En el segmento corporativo, se observa una tendencia a acortar plazos de emisión respecto a los años de la pandemia, un indicio de que las empresas anticipan descensos en los tipos y prefieren no comprometerse ahora con vencimientos largos.
En definitiva, la semana dejó claro que los mercados avanzan por una senda estrecha: confiados por un lado en el colchón que ofrecen los bancos centrales, pero conscientes de que cualquier error de política económica o política institucional puede precipitar un giro brusco en el sentimiento.