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BBVA AM España

14 de mayo de 2025

El anuncio del primer acuerdo comercial entre Estados Unidos y el Reino Unido marca un punto de inflexión en la nueva estrategia comercial de la administración estadounidense, pero también revela los límites y riesgos de esta aproximación bilateral.

Monitor de mercado

Aunque el pacto ha sido recibido con entusiasmo por los mercados, su alcance es modesto y su impacto económico limitado. El Reino Unido no figura entre los principales socios comerciales de EE.UU. —solo representa el 2% de sus importaciones— y el acuerdo, lejos de desmontar el armazón arancelario levantado tras el 2 de abril, apenas lo suaviza en sectores puntuales como el acero, el aluminio y la automoción. Se mantienen, en todo caso, tarifas universales del 10%, incluso cuando el comercio bilateral es aproximadamente equilibrado. La lectura más realista es que Estados Unidos no está dispuesto a renunciar a su visión de un entorno comercial dominado por altos aranceles, con el 10% como suelo mínimo, incluso con aliados cercanos.

El pacto, además, no tiene todavía forma legal definitiva: es un acuerdo de principios con múltiples detalles pendientes y, como ya ha quedado claro, existen diferencias sustanciales en las versiones que cada país ha ofrecido públicamente sobre aspectos clave del mismo. El Reino Unido se enfrenta así a un margen de maniobra limitado en futuras negociaciones, lo que puede dejarlo en una posición débil si surgen fricciones. Más aún, este pacto podría complicar las relaciones comerciales de Londres con la Unión Europea —su socio más relevante— y poner en cuestión el principio de nación más favorecida que sustenta el sistema multilateral de comercio de la OMC. En última instancia, la proliferación de acuerdos bilaterales puede socavar las bases del comercio global tal y como se ha entendido en las últimas décadas.

La Casa Blanca aspira a replicar este modelo con otras economías asiáticas, empezando por India, Japón, Corea del Sur y Vietnam. Sin embargo, estas negociaciones parecen avanzar con más lentitud de la prevista. En el caso de India, las conversaciones se centran en sectores específicos, con propuestas de eliminación de aranceles sobre acero, componentes de automoción y productos farmacéuticos hasta ciertos cupos. Japón, por su parte, se resiste a aceptar acuerdos que excluyan a sectores sensibles como el automotriz. Corea del Sur, que ya cuenta con un acuerdo de libre comercio con EE.UU., no tomará decisiones hasta después de sus elecciones presidenciales. La administración estadounidense ha dejado claro que el acuerdo con Reino Unido no es un modelo para los demás: los aranceles para muchos otros países serán “mucho más altos”, consolidando el giro proteccionista de su política comercial.

En paralelo, todas las miradas están puestas en la reunión prevista para este fin de semana entre Estados Unidos y China, que marcará el primer contacto formal desde la imposición de los nuevos aranceles. El encuentro, que se celebrará en Suiza, reunirá a altos funcionarios de ambos países, y se anticipa como una toma de contacto preliminar más que como una negociación sustantiva. Aunque el presidente estadounidense ha insinuado que podría rebajar el arancel del 145% sobre las importaciones chinas —incluso mencionando un posible nuevo nivel del 80%—, cualquier avance dependerá del tono y contenido de esta primera cita. Desde Pekín, el mensaje ha sido claro: no habrá concesiones que comprometan principios fundamentales. China ha exigido la retirada de los aranceles unilaterales y ha instado a Washington a demostrar “sinceridad” en las conversaciones.

Mientras tanto, los datos recientes muestran un desvío de exportaciones chinas hacia otros mercados asiáticos —especialmente Vietnam— que están aprovechando la pausa de 90 días en los aranceles recíprocos, lo que también se traduce en un aumento de las exportaciones vietnamitas hacia Norteamérica. No obstante, los indicadores adelantados, como los PMI y las reservas de contenedores, apuntan a posibles disrupciones futuras, a medida que se intensifican los controles estadounidenses sobre las vías indirectas de exportación.

La Unión Europea, por ahora ausente de la ronda de acuerdos, trabaja en una batería de medidas de represalia que se activaría si las negociaciones no prosperan. La Comisión Europea ha planteado aranceles por valor de 100.000 millones de dólares sobre productos industriales estadounidenses, desde aviones hasta bourbon, con la vista puesta en julio, cuando expira la moratoria arancelaria actual. Las autoridades europeas intentan mantener este pulso sin tensar las relaciones transatlánticas antes de la cumbre de la OTAN prevista para finales de junio.

En el ámbito monetario, los bancos centrales han adoptado una postura de cautela ante la elevada incertidumbre. La Reserva Federal mantuvo los tipos sin cambios y dio señales de que no tiene prisa por recortarlos, a la espera de datos más contundentes que confirmen una desaceleración. El mercado ha retrasado sus expectativas de un primer recorte hasta julio, pero el margen de maniobra sigue condicionado por la resiliencia del mercado laboral y la evolución de la inflación. En Europa, el Banco de Inglaterra redujo su tipo en 25 puntos básicos, pero dejó en suspenso nuevos pasos, a la espera de señales adicionales sobre la trayectoria de la inflación y el mercado laboral. En el norte, tanto el Riksbank sueco como el Norges Bank noruego optaron por esperar, aunque dejaron abierta la posibilidad de actuar más adelante, siempre dependiendo de la evolución de las condiciones globales.

En Asia, la política monetaria también ha reaccionado ante la presión creciente. En China, el Banco Popular recortó tanto su tipo de referencia a siete días como el coeficiente de reservas obligatorias, además de ampliar el volumen de préstamos especiales. El objetivo es contrarrestar la debilidad reflejada en los últimos PMI y responder al endurecimiento de las condiciones comerciales. En Japón, el Banco Central ha postergado nuevas subidas hasta 2026, aunque mantiene la puerta abierta si la presión inflacionista o la depreciación del yen se intensifican.

En suma, el panorama global se caracteriza por una diplomacia comercial volátil, marcada por acuerdos provisionales, estrategias unilaterales y un sistema multilateral cada vez más erosionado. La política monetaria, por su parte, transita con cautela ante un entorno en el que la incertidumbre se ha convertido en un condicionante estructural para las decisiones económicas.