Claves semanales del 13 al 17 de octubre de 2025
13 de octubre de 2025
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La economía mundial avanza entre dos fuerzas contrapuestas. Por un lado, una ola de inversión tecnológica sin precedentes está transformando la estructura productiva global y actuando como motor de crecimiento en medio del enfriamiento cíclico. Por otro, la intensificación de las tensiones políticas y comerciales amenaza con devolver a los mercados a un terreno de volatilidad prolongada.
Monitor de mercado


En Estados Unidos, el dinamismo inversor asociado a la inteligencia artificial ha sido uno de los principales soportes de la actividad en 2025. El gasto de los grandes proveedores tecnológicos en chips, software y centros de datos ha aportado cerca de un punto porcentual al crecimiento trimestral anualizado del PIB durante el primer semestre del año, una contribución inusualmente elevada para un único sector. Detrás de esa cifra se esconde una auténtica revolución industrial de nuevo cuño: la carrera por dotarse de capacidad de cómputo y procesamiento de datos se ha convertido en un fenómeno global que reconfigura la inversión empresarial y la productividad potencial.
Sin embargo, el impulso inicial empieza a moderarse. Aunque los proyectos de infraestructura digital alcanzan ya magnitudes históricas —con previsiones de inversiones próximas a 450.000 millones de dólares anuales en 2026—, el ritmo de crecimiento de ese gasto comienza a desacelerarse. La aportación directa al PIB tenderá, por tanto, a diluirse, y el efecto duradero dependerá de la capacidad del nuevo capital tecnológico para traducirse en ganancias de productividad. Si la inteligencia artificial logra consolidarse como tecnología de propósito general, su impacto sobre la eficiencia y el empleo podría extenderse durante décadas; pero, como toda innovación disruptiva, atraviesa un periodo de euforia y riesgo de sobrerreacción.
La historia económica está repleta de episodios en los que la “burbuja” de las expectativas acabó siendo, a largo plazo, una bendición. El exceso de inversión ferroviaria del siglo XIX o la sobrecapacidad en telecomunicaciones de finales de los noventa crearon pérdidas para muchos inversores, pero cimentaron infraestructuras que multiplicaron la productividad futura. La actual fiebre por la inteligencia artificial podría seguir un patrón similar. A medida que el capital se redistribuye buscando usos más eficientes, muchas inversiones se quedarán sin un retorno adecuado, pero por el camino se creará una infraestructura tecnológica global que impulsará el crecimiento potencial de las economías.
Ese contexto tecnológico se entrelaza con un escenario político cada vez más volátil. En Washington, el cierre parcial de la Administración estadounidense se prolonga y deja a la Reserva Federal sin buena parte de los datos necesarios para su toma de decisiones. Pese a ello, el banco central mantiene la hoja de ruta de dos recortes adicionales de 25 puntos básicos antes de fin de año, ante la pérdida de impulso del mercado laboral y el aumento de los riesgos a la baja para el empleo.
El frente comercial, por su parte, vuelve a tensionarse. El anuncio de Trump de nuevos aranceles del 100% a las importaciones chinas —sumados a los ya existentes— reaviva el temor a una nueva guerra de tarifas, mientras Pekín endurece los controles a la exportación de minerales raros y productos tecnológicos críticos. Aunque la medida no entra en vigor hasta noviembre y aún es posible una negociación, el clima de incertidumbre se ha recrudecido, coincidiendo con la parálisis administrativa interna.
En Europa, las señales son menos alentadoras. Alemania, epicentro industrial del continente, muestra un deterioro pronunciado: los pedidos de fábrica cayeron un 0,8% mensual en agosto y la producción industrial un 4,3%, con descensos que alcanzaron a todos los sectores. Los indicadores adelantados confirman que la actividad manufacturera permanece en terreno contractivo. Esta debilidad refuerza la expectativa de que el Banco Central Europeo mantendrá una política monetaria flexible, con margen incluso para un nuevo recorte si los datos se deterioran. El propio economista jefe del BCE ha reiterado que, ante un entorno de estancamiento, la institución se mantendrá en pausa o reducirá tipos, pero no contempla subidas en el horizonte cercano.
En Francia, la crisis política ha dado un nuevo giro con la reposición de Sébastien Lecornu como primer ministro, apenas una semana después de su dimisión. Emmanuel Macron le ha devuelto la responsabilidad de formar un nuevo gabinete y, sobre todo, de lograr que el presupuesto de 2026 sea aprobado antes de fin de año. El tiempo apremia: la Constitución exige setenta días de debate parlamentario y, si el proyecto no prospera, el Gobierno se vería obligado a recurrir a una ley de emergencia para evitar la parálisis administrativa. Por otra parte, en Japón, la inesperada elección de Sanae Takaichi al frente del Partido Liberal Democrático ha provocado la ruptura de la coalición gobernante. El Nikkei reaccionó al alza ante la expectativa de políticas fiscales expansivas, pero el yen volvió a depreciarse.
En conjunto, la economía global mantiene un crecimiento moderado, sostenido por la inversión tecnológica, el consumo resistente en Estados Unidos y la mejora en algunas economías asiáticas. No obstante, los riesgos se acumulan: tensiones comerciales, divisiones políticas, inflación todavía por encima de los objetivos y signos de fatiga en el ciclo industrial europeo.