Claves semanales del 30 de junio al 4 de julio de 2025
30 de junio de 2025
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La atención de los mercados y analistas ha regresado a su núcleo tradicional: los datos económicos. Después de meses marcados por turbulencias políticas, incertidumbres fiscales y temores comerciales, las cifras macroeconómicas vuelven a tener un peso decisivo en las perspectivas globales. Esta transición no se produce en un contexto de certidumbre. Por el contrario, la ambigüedad domina las decisiones de política monetaria, con bancos centrales que se enfrentan a señales encontradas, tanto en materia de crecimiento como de precios.
Monitor de mercado


En Estados Unidos, los indicadores más recientes perfilan un enfriamiento de la actividad. El dato revisado del PIB del primer trimestre reveló una caída de -0,5% trimestral anualizado, una significativa corrección a la baja, a pesar de una mejora relativa en las exportaciones netas. Lo más revelador de este dato fue el magro 0,5% que creció el consumo personal en el trimestre: hay que remontarse a lo peor de la pandemia en el segundo trimestre de 2020 para encontrar un registro más débil. De esta forma, el consumo, tradicional ancla del crecimiento estadounidense, está perdiendo impulso, y las cifras de mayo refuerzan esa percepción: el gasto real de los hogares cayó un 0,3% mensual, con una contracción destacada en bienes duraderos, particularmente automóviles, y una debilidad poco esperada en servicios, que suelen ser más estables.
Este perfil de consumo más cauto podría estar relacionado con un cambio en la percepción de los hogares respecto al entorno económico general. El índice de confianza del consumidor elaborado por el Conference Board retrocedió en junio, revirtiendo el repunte observado tras la tregua comercial con China. Además, los datos del mercado inmobiliario muestran señales mixtas: si bien las ventas de viviendas existentes repuntaron levemente, las de nuevas viviendas sufrieron una contracción significativa, y los precios están comenzando a ceder.
El mercado laboral sigue ofreciendo una narrativa ambigua. Por un lado, se espera una desaceleración en el ritmo de generación de empleo, con una proyección de solo 113.000 nuevos puestos de trabajo en junio. Por otro, las solicitudes semanales de subsidios por desempleo descendieron a su nivel más bajo en más de un mes, lo que sugiere que aún no se ha producido una pérdida de vigor significativa. En este contexto, la Reserva Federal está navegando en medio de la niebla. Las señales actuales no justifican una acción inmediata, ni en forma de subida ni de recorte de tipos. Sin embargo, la presión política crece, con el gobierno considerando anticipar la nominación del próximo presidente de la Fed, lo que ha reavivado el debate sobre la independencia del banco central y su capacidad para evitar errores de política en un entorno tan incierto.
En la eurozona, la situación es igual de delicada, pero por otras razones. La actividad del sector privado permanece estancada. El índice PMI compuesto se sitúa apenas por encima de los 50 puntos, umbral que separa la expansión de la contracción. Este estancamiento esconde divergencias nacionales importantes: mientras Alemania vuelve tímidamente a terreno positivo, Francia se consolida como el eslabón más débil, y la periferia empieza a perder tracción. La encuesta de sentimiento económico de la Comisión Europea también se deterioró, especialmente en el ámbito de las manufacturas.
En materia de precios, los datos adelantados de inflación correspondientes a junio en España y Francia sugieren que el proceso de desinflación en la eurozona podría haber alcanzado un punto de inflexión temporal. En ambos casos, el índice armonizado repuntó 0,2 puntos porcentuales respecto al mes anterior, situándose en el 2,2% y 0,8% interanual, respectivamente. Si bien el repunte en España estuvo en línea con las expectativas, el de Francia superó las previsiones del consenso, reflejando cierta persistencia en la inflación subyacente. Estos resultados anticipan que, a nivel agregado, el IPC de la eurozona podría estabilizarse en torno al 2,0% interanual en junio, poniendo en pausa, al menos momentáneamente, la tendencia descendente observada en los últimos meses.
En otros países, la inflación sorprendió a la baja en Japón, pero por razones transitorias. Los datos de Tokio reflejaron el efecto de medidas puntuales como exenciones en tarifas eléctricas. Excluyendo estos factores, los precios de alimentos y servicios se mantienen firmes. La postura del Banco de Japón sigue dividida: algunos consejeros piden esperar ante la alta incertidumbre, mientras otros consideran que la inflación persistente justifica endurecer la política en el corto plazo.
En paralelo, las tensiones geopolíticas se han atenuado. El cese del fuego entre Irán e Israel, tras la mediación de Estados Unidos, y el tono más constructivo en la cumbre de la OTAN, con la promesa de aumentar el gasto en defensa al 5% del PIB, han contribuido a estabilizar el precio del petróleo Brent por debajo de los 70 dólares. Sin embargo, la sostenibilidad de estos acuerdos es incierta, y el margen fiscal de muchas economías europeas para cumplir con tales compromisos parece limitado.
En síntesis, la economía global se mueve en un terreno marcado por la incertidumbre y la fragmentación. Ni el crecimiento ni la inflación ofrecen señales contundentes, lo que obliga a los bancos centrales a operar en modo cautela. La atención se centrará ahora en los próximos datos de empleo, inflación y actividad, que serán determinantes para definir si la política monetaria podrá girar hacia la flexibilización en la segunda mitad del año.